Este es un artículo que nos pasea por una retórica sugestiva que no dice mayor cosa, sólo hace una referencia sobre la complejidad sexual femenina, y se lee entre líneas una percepción favorable de la autora.
La verdad es que no por popular, y no porque sea aceptado por los profesionales del comportamiento humano y por los líderes de la opinión pública, la pornografía pueda considerarse un fenómeno respetable, lo único que indica su popularidad es la gran carencia afectiva y la falta de integración interna que tiene la sociedad, desasosegada por los estímulos que una vida llena de incertidumbre le proporciona.
Hoy la pornografía es más fuerte, porque hoy hay más gente infeliz, un asunto demográfico, antes la pornografía era oculta, subterránea, porque había una cultura más controladora, aunque tenía público.
Este negocio ha llegado a incorporar hasta a los niños, si seguimos así, ciegos ante el verdadero problema: la ignorada necesidad de amor, pronto los especialistas aceptarán que los niños sean voyeristas también; y digo esto con toda responsabilidad, ya se están entregando condones a los niños, porque: “¿qué se va a hacer?, ellos ya están teniendo relaciones sexuales”, estamos manos arriba, los adultos se rindieron ante la avalancha infantil y adolescente, ellos mandan en sus vidas. No dudo que los niños se inicien a los 10 y 12 años, porque ven pornografía libremente, a espaldas de sus padres, que ni se enteran.
La pornografía no es erotisnmo, es vulgaridad, el buen cine lo ha demostrado, y es especialmente obsceno por usar un aspecto humano sagrado como es la intimidad y lo privado.
Aunque podemos tener otra lectura del asunto, el negocio pornográfico ha sacado a la luz una intención oculta de la sociedad, que captaron sus inspirados cineastas, y para que permanezca en la oscuridad es mejor que salga. Hoy ya hemos visto que la sexualidad se ha banalizado, y está dejando en hombres y mujeres un dolor por la ausencia de sentimientos en el mecánico proceder sexual.
La pornografía y el negocio de juguetes sexuales, están ocupando un espacio entre las parejas, un tercero en la relación, que los distancian, que les impide vincularse desde lo natural, desde el ser, sin artificios. Es asombroso cómo gente joven que posee toda la energía libidinosa sea cliente de tal manipulación.